Poesía en Medellín
Una arrasadora utopía de la vida
Tatiana
Oroño
Mi
casete grabada en el estrado inaugural del XVII Festival de Poesía de Medellín
no podría ser desgrabada ni copiada. Resbalan voces en la rampa de versos en
diversas lenguas, timbres, modulaciones, intensidades. Reverberan en la
multitud que anilla a los poetas desde gradas recorridas por el rumor de miles
de presencias y el colorido de las ropas que desbordan el estadio y se
aglomeran en guirnaldas, racimos, bajo emblemas y follajes entrelazados. “Yo vi subir del otro lado de los desastres
un río de pájaros y de tréboles” es el lema oficial. Al llanto de la kora
(arpa-laúd) de Alhaji Papa Susso, de Gambia, le responde el de una criatura que
resuena nítida un instante. A las voces de Nahid Kabiri (Irán) de blanca túnica
talar, flexibles brazos y fraseo brillante[1], de Merle Collins
(Granada), dueña de una potente bondad política y poética[2], o de Patricia Jabbeh
Wesley (Liberia /EEUU) quien se apropia de sus matrices orales africanas para “buscar el detalle vívido” que facilite
al público “conectarse con lo que desea
contar” y lo logra, con sacudimiento[3], responden el silencio de
los oyentes y los aplausos que se sueltan. Y también respondo, con mi
deslumbramiento ante el fragor de esas letanías y amonestaciones, poesía en
lengua persa, inglesa y africana, y en castellano.
Medellín
no puede contarse. La apertura del festival no puede contarse. Así como mi
casete no se deja abarcar por la imposible traslación, aquellos acontecimientos
rehusan la referencialidad, la narración de lo que fue. ¿Dónde empieza lo que
fue? ¿En la lectura de Noticia de un
secuestro de Gabriel García Márquez para quien Medellín, la más bella de
las ciudades colombianas fue también la más temible? ¿En las películas La sierra, La virgen de los sicarios o Melodías, que constituían mi capital de
imágenes al momento de partir? ¿O en el intercambio electrónico con los
organizadores, con Luis Eduardo Rendón concretamente, que respondieron mes a
mes siempre al instante como si no durmieran jamás? ¿En el aeropuerto de Panamá
donde una madre con dos hijos me contó que viajaban tan sólo para no perderse
el festival? ¿O en la visión de una naturaleza inimaginable, edénica, que
ofrece un horizonte multiplicándose en verdes infinitos, en especies vegetales
ni soñadas mientras se desciende por el antiguo camino de los arrieros en un
moroso tránsito por el corregimiento de Santa Elena? ¿Dónde empieza el festival
internacional de poesía de Medellín? Para mí, empieza en el yarumo. Debo elegir
un punto de partida. El árbol de hojas desplegadas, alas extendidas, que
brillan como plata. Un espejismo propio
de otros siglos y otros ojos. Pero es mío. Incontables yarumos de tronco oscuro
navegan en los verdes salpicados por el sol. Vamos hacia esa ciudad en el valle
y sus laderas, donde murió Gardel y el tango vive. Donde vive una poesía
colombiana que no conozco. Donde un colectivo de 120 personas, la corporación Prometeo, ha logrado convocar a 74
poetas de 50 países, hablantes de 23 lenguas, en un abanico etario de alrededor
de 60 años entre sus participantes. Un esfuerzo colosal, pero también cordial.
Nos rodeó el afecto. Como si organizadores y asistentes a las lecturas se
hubieran puesto de acuerdo. Tuve que buscar explicaciones. Encontré fuentes.
Pero toda última clave para esa suerte de milagro, si la hubiera, sería
probablemente reducción. Hay una particularidad que según los antioqueños les
es propia: la hospitalidad. Hay otro rasgo: la religiosidad encarnada de que
están imbuidos. Pero quizá haya que pensar en la postergada avidez de vida
digna que los anima, un deseo que encontró cauce en el proyecto Prometeo iniciado el mismo año que
García Márquez recibió el Nobel y pronunció su célebre discurso en el cual
afirmó que “aunque la independencia de la Corona española no nos
libró de la demencia”, la literatura ha llevado “ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”. En ese contexto es
preciso situar lo expresado por Gabriel Jaime Franco en la conferencia de
prensa inaugural: No es con el festival
ni es con versos que se va a construir la paz en el país. Pero estamos
convencidos de que cualquier paz que se construya sin tener en cuenta la
transformación espiritual y ética de la sociedad, el arte en particular y la
poesía más concretamente, no sería más que un cambio en el decorado. La
transformación social inaplazable con justicia tiene que tener en cuenta la
cultura. Nosotros queremos incorporar la cultura a los esfuerzos de
transformación ya que hay un derecho no consagrado en la carta de las Naciones
Unidas que es el derecho a la belleza. Y el festival es la aplicación de ese
concepto de democracia futura. En la misma oportunidad Fernando Rendón
señaló aspectos singulares de la edición de este año: la distinción del Premio Nobel Alternativo de la Paz 2006 y los 25 años de
la revista Prometeo celebrados con la
inauguración, en su página web, de la primera y tal vez única antología de
poesía oral en video con 226 poemas de poetas de 112 países, resultado de
cuatro años de edición. Tras
una breve intervención mía desde el público, el director del festival agregó
una anécdota simpática: en la estadística
de más o menos 400 o 500 mil personas que anualmente visitan nuestra página,
cerca de la mitad en este momento, son de Uruguay. Se non è vero è ben
trovato – pensé a la uruguaya. E imaginé a un montón de colegas, algunos con
nombre propio, entrando a la página en la que se dibuja “bienvenidos” sobre las espaldas de un auditorio multitudinario con
los ojos puestos en un estrado, chiquito allá lejos, en las faldas del cerro
Nutibara. Este es el paseo preferido de
los enamorados – dijo alguien mientras lo subíamos, la tarde de la
inauguración.
Después
bajamos del bus. Subimos hasta la entrada del anfiteatro y empezamos el
descenso a través de un hormiguear humano alrededor de las mesas de libros
donde también se ofrecía un formulario de encuesta al público y un poema que
sería leído por todos los asistentes a coro, para sorpresa de los
desprevenidos. En esas mesas al igual que en todas las demás a la vista durante
el festival, las Memorias, de 400
páginas, se vendían como pan caliente. Pienso que nadie firmará en su vida
tantos autógrafos como los que se firmaron en aquellas páginas durante los días
de Medellín. “Nunca volverá a pasarnos
algo como esto” – murmuró Dina Posada (El Salvador). “Para todos nós, principalmente para mim, a experiência de Medellin foi
enriquecedora e deslumbrante” – me escribe Corsino Fortes (Cabo
Verde). “Esto sí que me resultará inenarrable en Madrid” – confesó con
parquedad Julieta Valero (España).
Durante
la apertura, sentada en el fondo del escenario, vi durante mucho rato el flujo
ininterrumpido de ingreso. Esto no es un festival de rock, no es la final de un
campeonato de fútbol, no es un acto de cierre de campaña política – pensaba
incrédula.
La noche del cierre
era además mi cumpleaños. Encendí un velón que me habían regalado en la lectura
del día anterior en Sabaneta cuya Casa de Cultura tenía un jardín recorrido de
rocíos y perfumes. (Allí sentada junto a Titinga Frédéric Pacere (Burkina Faso)
el “Nocturno” de José Asunción Silva, el famoso, musitó en la memoria sus
primeros versos bajo ramajes majestuosos.)
Encendí el pabilo
como homenaje a la vida y a todos. Ya había empezado a llover. Y arreció la
tormenta. El público resistió. La mayoría se cubría con unas capas plásticas
blancas y tanto ellos como el aguacero eran iluminados por potentes reflectores.
Sobre el negro del cielo y los árboles, bajo el trueno, los encapuchados
brillaban diáfanos, como almas de la lluvia. Eran cuerpos mojados, empapados,
brillantes. ¿Alentaban en ellos pasado y porvenir, las multitemporalidades de
las cinco Colombias? Acaso. Razones tendría la niña de 10 años que escribió en
una escuela popular de la comuna 16 de Medellín, “país es una comunidad en la
que habitan seres vivos y seres muertos”.
¡Salud y magia, paz y
vida, Medellín!
[1] “Rasgo la alborada / es muy estrecha para mí / y el día es una falda
corta / ¡que ni siquiera me llega a las rodillas! / La avergonzada policía
cívica / sopla su sulbato / para advertirme / el reglamento / ¡la desnudez en
público / está estrictamente prohibida!”, “Velas alzadas”
[2] “tal vez tú tienes / suerte // cuando estás a / tono // con la música que / están tocando
// no así los // que quieren una canción // diferente” , “Música”.
[3] “La vasija / ahora hecha añicos // su contenido / derramado / como vino
de palma // a través de las regiones / del mundo”, “África”
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